Esa es la pregunta que me hacen algunos (pocos), cuando me ven circulando con mi Yamaha RD 350 del año 1989, pero debo admitir que la mayoría de moter@s la observan con curiosidad, y en más de un semáforo me dicen alguna palabra de admiración al verla.
Pero ¿porqué esa moto? Una moto que hay que arrancar por las mañanas dando patadas con la pierna como un karateka, que no le basta con la gasolina en el depósito, sino que hay que añadirle aceite al combustible, que no tiene ABS, ni horquilla invertida, ni puños calefactables, ni modos de conducción, que hay ciclomotores con las ruedas más anchas que las que lleva, que tiene unos frenos ridículos para los 63 cv que desarrolla.
La respuesta es: por eso, por todo eso.
Por el jadeo bajo el casco, soltando coces hasta que el motor cobra vida; por el característico ruidito metálico del escape en las motos de 2 tiempos; por el aroma inolvidable de la gasolina combustionando, mezclada con aceite en los carburadores; por la sonrisa tonta que se me pone cuando acelero y se abren las válvulas YPVS y el motor sube hasta 8000 rpm. alcanzando una velocidad importante en poco tiempo; por la cara de circunstancias que me queda después de apretar a muerte todas las palancas de freno para no salirme en la siguiente curva.
Pero sobre todo, porque es hermosa.