La noticia cayó como un mazazo en los distintos grupos de whatsapp en los que suelo participar, el titular decía: “Se prohibirá el acceso rodado al Pic Negre y toda la Vall de Madriu”, después seguía el desarrollo de la misma, explicando que el Govern d’Andorra ya había aprobado una ley al respecto y que entraría en vigor, en cuanto se publicara en el Boletín Oficial de Andorra a mediados de junio.
El desaliento fue el sentimiento generalizado, tanto para los que conocían aquellos parajes, como para los que como yo, nunca habíamos estado.
Y es que la ascensión a los más de 2630 metros de altitud del Pic Negre, es un “must”, un hito a alcanzar para todos los moteros que nos gusta cambiar de vez en cuando el negro asfalto por la tierra marrón.
Ya me había hecho a la idea de que no llegaría a conocer la famosa Volkswagen T1 que dejaron cerca de su cima, remolcada por un Jeep Willys en la década de los 70, cuando me llegó un mensaje de audio de mi amigo Jaume, en el que me proponía buscar un par de días entre semana y hacer una escapada al Pic Negre, antes de que lo cerraran.
Inmediatamente le respondí afirmativamente y le agradecí que pensara en mí para acompañarle.
Su idea era hacer una ruta off road de dos días, saliendo el primer día desde su casa en el Maresme, hacer noche en la Cerdanya y al día siguiente ascender al Pic Negre. Por mi parte hice extensiva la propuesta a mi amigo Pigio, quien rápidamente se apuntó a la salida.
Finalmente yo no pude dedicarle dos días a la ruta, con lo que saldría directamente por carretera hasta el punto de encuentro en la Cerdanya.
El martes 1 de junio, tras 160 km de autopista llegamos Pigio y yo a desayunar al Hotel Moixeró del municipio de Prats i Sansor, en el corazón de la Cerdanya, donde había pernoctado Jaume, después de darse un buen tute de pistas el día anterior. En ese punto iniciamos la ruta los tres juntos con nuestras tres BMW: Jaume con su G650X, Pigio con su R9T Scrambler y yo con mi F850GS.
Un corto recorrido de apenas 10 km por la N260, también conocida como Eje Pirenaico, nos llevó hasta Prullans, de donde partía en subida una estrecha y sinuosa carretera de montaña. Este tramo nos hizo ganar altura sobre la Cerdanya y nos ofreció unas buenas vistas de la Serra del Cadí en los 24 km hasta llegar al refugio del Cap del Rec.
En este refugio situado en la estación de esquí y montaña de Lles de Cerdanya, es donde acaba el asfalto y empieza la diversión del track. En cuanto nos metemos en “faena” percibo la rueda trasera de mi moto muy rebotona y la delantera un poco errática. Llevo demasiada presión de aire, adecuada para carretera pero excesiva para off road. Parada rápida para deshinchar ligeramente y seguimos.
Mucho mejor ahora, siento la moto más aplomada, dentro de la poca adherencia de la tierra, claro. Siempre que preveo circular por pistas llevo en la moto un kit de reparación de pinchazos y un compresor de viaje, de esta forma cuando volvamos a pisar lo negro, podré hinchar de nuevo los neumáticos.
Circulo delante de la comitiva, con el track de una conocida aplicación en el móvil, sujeto al manillar. A pesar de que voy consultando a menudo si vamos por el camino correcto, probablemente debido a mi poca habilidad, me confundo en algún cruce, teniendo que desandar un trozo. Previendo que entraremos en Andorra y que este país no tiene acuerdo de roaming de telefonía móvil, hemos puesto los móviles en modo “avión”, para evitar sustos en la factura, ya que las tarifas de datos son muy caras en el país de los Pirineos. Por suerte la aplicación que utilizamos para guiarnos funciona mediante comunicación vía satélite, no vía internet. Avanzamos en clara ascensión, pasando al lado de los refugios de Pradell primero, y de Font de les Pollineres después. Llegamos al refugio Prat Miró y paramos a hidratarnos, fundamental para mantenerse en buena condición física cuando la conducción es más exigente. En este punto hay que tomar el desvío de la derecha, el de la izquierda nos llevaría de bajada a la estación de esquí de Aransa.
Proseguimos nuestra subida cruzando bosques de abetos, encontramos algún tramo roto, con surcos formados por el agua, pero sin ninguna dificultad.
En un par de ocasiones más paramos a descansar y rehidratarnos con gel energético, y es que llevamos casi dos horas de pista y hay que controlar la fatiga. Es muy importante beber antes de tener sed y descansar antes de estar extenuado.
Sin darnos cuenta hemos entrado en Andorra, aquí no hay fronteras visuales que lo indiquen, a medida que vamos ganando altitud la vegetación va disminuyendo y las vistas van aumentando en espectacularidad. Hacemos otra parada para tomar fotos cuando nos alcanzan dos moteros, nos saludan, se detienen a nuestro lado y nos preguntan si vamos al Pic Negre, les contestamos afirmativamente y nos dicen que son de Málaga y que están haciendo la transpirenaica, que también van al Pic Negre y ya nos veremos allá arriba. Aunque el pronóstico del tiempo no era bueno, de momento se mantiene estable pero con el cielo encapotado, al menos no sufrimos demasiado calor.
La pista llega a un punto en el que se cruzan varios caminos, por el de la izquierda descenderíamos hacia Naturlandia, tomamos el de la derecha, que desciende ligeramente por una vertiente de piedras sueltas y después vuelve a subir decididamente.
Aquí el paisaje cambia radicalmente. La única vegetación que hay es un inmenso manto verde que cubre a lado y lado del marcado camino de tierra que se enfila hacia la tierra negra de la cumbre del mismo nombre.
Las subidas se suceden, hay que dosificar el esfuerzo para las cuestas finales, que según nos han informado, son las más largas de la salida. Poco a poco, a medida que ascendemos, el paisaje se va transformando, se vuelve casi de otro mundo, si no fuera por la hierba que se extiende junto a las rocas negras, se diría que estamos circulando por otro planeta.
Voy en segunda velocidad de pie sobre los estribos, subiendo una cuesta impresionante con alguna que otra piedra suelta que hace cambiar bruscamente la dirección de la moto. Tengo que estar muy atento a la conducción pero a la vez intento relajar los brazos, con síntomas de agarrotamiento, la cuesta se pone más empinada y me obliga a reducir a primera velocidad. Veo el final de la cuesta y me pregunto si al superarla veré ya la cumbre. Intento aprovechar la inercia que llevo y mantener una velocidad constante manteniendo la mirada muy adelantada. Llego al final del repecho y no, no se ve la cumbre, era sólo un repecho. Unos cuantos repechos y unas cuantas largas subidas más se sucedieron, hasta que por fin, vislumbré a lo lejos a los dos malagueños con sus Triumph Tiger 900 aparcadas, en lo que debía ser la cumbre.
Al aparcar a su lado me sentía eufórico por haber llegado, como si hubiera cumplido un sueño impensable apenas una semana antes. Un intercambio de palabras alegres con los chicos y nos tomamos fotos mientras espero que lleguen mis compañeros. Veo a Pigio que se aproxima, llega hasta donde estamos y se baja de la moto sonriente. Nos felicitamos y de nuevo fotos y vídeos. El altímetro del móvil señala 2630 msnm. Los chicos de Málaga dicen que se van hasta la Volkswagen, nosotros esperaremos a que llegue Jaume. Lo hace un ratito después y nos explica que ha tenido un problema con la bolsa que llevaba atada en la trasera de su moto, y que se ha detenido para atarla bien.
La euforia y alegría se contagia entre los tres, aunque las nubes cada vez hacen más acto de presencia y la temperatura está bajando. De nuevo arrancamos las motos y descendemos ligeramente para tomar el camino que va a la famosa furgoneta. Voy delante del trío, intentando seguir el track, pero hay multitud de caminos que parecer llevar al mismo sitio. En un momento dado me desvío claramente del track hacia la izquierda, convencido de que llegaré al mismo sitio. El camino se complica mucho, subo una fuerte cuesta y estando en lo alto veo la furgoneta a lo lejos y los malagueños a su lado. Espero que mis compañeros no me hayan seguido, me sentiría culpable de haberles metido por la peor trazada hasta la VW T1. Recobro un poco el resuello y veo a mis compañeros que, por suerte para ellos, han seguido la pista buena y están llegando a la furgo.
Prosigo y el camino en el que estoy desciende fuertemente y atraviesa una pequeña vaguada, ahora cubierta de restos de nieve. La parte baja que debo cruzar está cubierta por una lengua de nieve de unos diez metros de ancho, que limita con una empinadísima subida, por la cual tengo que subir. –No pasa nada Carles, –pienso para mí. Intento coger velocidad para aprovechar la inercia y me sea fácil subir, pero en cuanto la rueda delantera toca la nieve, empieza a bailar a izquierda y derecha. Pie en el suelo controlando el manillar y sin cortar gas, atravieso con éxito (o sea sin caerme) los diez metros de la pista de patinaje que forma la nieve hasta que encaro la brusca subida. En este punto es donde la moto dice que no, que ella no piensa subir así como así. Acelero y lo único que consigo es que la rueda trasera se hunda en la nieve mientras la delantera se apoya en la tierra cuesta arriba. Intento conservar la calma, estudio la situación y me alejo de la moto, clavada en la nieve, en busca de piedras para colocar bajo la rueda trasera que ayuden a traccionar. Encuentro una que puede servir, inclino la moto hacia un lado, pongo la piedra justo donde sobresale el neumático de la nieve y vuelvo a probar, primera y empujando con las piernas. No hay manera. Llevo los TKC 70 tan gastados que, húmedos por la nieve, no hacen más que resbalar sobre la piedra que he puesto. Yo sólo no podré sacarla del atolladero, necesito ayuda. El frío aumenta y está empezando a nevar. Me alejo de la moto remontando un poco la cuesta para situarme en un punto que mis compañeros que están junto al furgón me vean. Les grito agitando los brazos pero, estamos tan alejados que no me oyen. Veo a los dos chicos de Málaga que empiezan el descenso y dirijo mis gestos y gritos hacia ellos. El que va delante no me ve, pero el que le sigue sí que me ve y se desvía de su trazada para aproximarse. Cuando ya está cerca de mí le hago señales para que no avance más, o tendremos dos motos encalladas en el mismo punto. Subo andando, le explico la situación y entre los dos volvemos a probar. Esta vez, acelerando la moto, con la fuerza de cuatro brazos y cuatro piernas, conseguimos mover los 230 kg de mi moto lo suficiente para que deje la nieve atrás y vuelva a la adherencia relativa de la tierra mojada. Con un apretón de manos y deseándonos suerte, nos despedimos con el motero salvador ¡Amigo malagueño que andabas por el Pic Negre el día 1 de junio, te estaré eternamente agradecido!
Por fin me reúno con mis amigos junto a la Volkswagen y les explico lo sucedido. Mientras hacemos fotos y ponemos la pegatina de rigor en los restos oxidados de la furgo, saco unas barritas energéticas y las repartimos, es el momento de coger nuevas energías para el largo descenso, además son más las 13:00 y hay hambre.
Cuando empezamos la bajada ha dejado de nevar, pero sobre nuestros cascos el cielo sigue cubierto con nubes negras. El cansancio es el enemigo en estas bajadas tan largas y con piedras sueltas, así que tenemos que extremar las precauciones. Llegamos al punto en que el camino por el que hemos venido se cruza con el que desciende hacia la otra vertiente, lo tomamos y en pocos minutos de acusado descenso con grava y roca suelta llegamos a Naturlandia y la seguridad del asfalto. Felices chocamos los puños en señal de jubiloso triunfo y nos felicitamos. Vamos a buscar algún sitio para comer. Lo hacemos ya fuera de Andorra, en un bar de carretera de La Seu d’Urgell reponemos fuerzas antes de proseguir la vuelta a casa por carretera. El trayecto hasta casa fue un auténtico diluvio pero no nos importaba, estábamos satisfechos por haber logrado subir y bajar los 2630 m del Pic Negre sin incidentes destacables.
Posteriormente me ha llegado una información en el sentido de que parece ser que la restricción de acceso rodado sólo afectará a la Vall de Madriu y que las pistas que llevan al Pic Negre seguirán como hasta ahora. En todo caso, yo ya lo llevo en la saca: una deseo más tachado de mi lista.