Cada vez que piso el aeropuerto de Kathmandu noto una intensa vibración en el alma que me llena el espíritu de una paz y una alegría que solo soy capaz de sentir allí.
Quizás por eso necesito tanto volver a Nepal. Allí tengo amigos a los que intento visitar cada vez que voy, con los que nos comunicamos a menudo por WhatsApp, yo les felicito por su Thiar, o les deseo un feliz Dashain, y ellos me felicitan en Navidad.
Últimamente tengo un motivo más que me empuja a ir a Kathmandu. Desde que conocí el orfanato de Sertshang, a sus niñ@s y a la gente que lo dirige, siento el impulso de ayudarles de alguna manera.
Situado en el barrio de Swayambhu, el Sertshang Orphanage Home cuenta con cerca de setenta chicas y chicos de distintas edades y procedencia, con una triste historia detrás. Algunos son huérfanos, muchos de ellos como consecuencia del terremoto del 25 de abril de 2015. Otros están allí porque sus padres eran tan pobres que no podían mantenerlos y, literalmente, los entregaron al centro. Pero a pesar de todo, la alegría aflora en cada rincón del orfanato.
La relación entre los chicos es la de hermanos que se quieren, los mayores siempre cuidando de los más pequeños y dándose unos a otros el afecto y cariño que no tenían fuera de la casa. Entre todos se organizan para las tareas diarias, como servir las comidas y recoger los platos, u ordenar las habitaciones.
Por la mañana los más pequeños van a la escuela primaria y los mayores al equivalente de nuestra escuela secundaria, por las tardes juegan, cantan y estudian compartiendo espacios comunes.
En este punto quiero contarte de qué manera se financia, en parte, el orfanato. Cuando las chicas y chicos acaban la escuela superior, tienen que dejar el centro. Entonces, si así lo quieren ellos, Sertshang les forma, asesora y financia para montar un negocio o microempresa, con el compromiso de que durante los primeros años tendrán que devolver el dinero que se les prestó, y que en caso de haber beneficios, una parte de los mismos será para el orfanato.
De este modo, actualmente hay una guesthouse, una pastelería y cafetería, una plantación de café, un taller de barritas de incienso y un taller de pulseras, entre otros, totalmente gestionados por chic@s que pasaron por el orfanato, que emplea a jóvenes y a su vez produce unos mínimos ingresos para continuar dando cobijo a los que siguen en el orfanato. El propósito de Sertshang Orphanage Home, es formar una nueva generación de buenos y formados ciudadanos nepalíes.
El orfanato está dirigido por la eficiente Methok, una joven tibetana, cuya historia vital es de las más duras que he conocido. Siendo muy niña y tras perder a ambos progenitores, huyó de las difíciles condiciones de su aldea natal en Tibet, cruzando el Himalaya a pie, prácticamente llevando a cuestas a su hermano pequeño, hasta llegar a Nepal. Fue un viaje durísimo que daría para escribir una novela épica. Cuando la ves interactuando con las niñas y niños de la casa, te das cuenta de que les hace sentirse queridos.
A cargo de la Sathi guesthouse, la pequeña casa de huéspedes cercana al orfanato, está Muna, la menuda y sonriente chica que se ocupa que no les falte de nada a quienes se alojan allí.
Y como esto de ayudar en el fondo es un acto de egoísmo, porque hace que uno se sienta bien, reconozco que a mi me llena cuando vuelvo al orfanato meses después, y veo a los peques que casi no se tenían en pie, como van creciendo y se vuelven más sonrientes, o cuando hablo con Tsering Choron, que la acogieron siendo una niñita de pocos meses de edad, proveniente de las montañas de Khumbu, y me explica que ha venido por vacaciones desde China, donde está cursando el último curso de medicina. Grandes triunfos de las gentes del Sertshang Orphanage Home.
En estas fechas navideñas tan proclives a celebraciones en familia, me acuerdo mucho de mis amigos de Nepal. Con la pandemia mundial del Covid, no he podido visitarles durante todo el 2020. El pequeño país del Himalaya vive prácticamente del turismo, por lo que la crisis sanitaria les ha golpeado también económicamente. Sé que en el orfanato lo están pasando mal, pero resisten y se apoyan unos a otros.
Yo por mi parte, egoísta como soy, en cuanto pueda les volveré a visitar para sentirme bien.