La cueva de David

¡Algún día tienes que venir a ver las motos de mi cueva! 

Lo que en principio me pareció una de esas propuestas más o menos informales, tipo: ¡a ver si quedamos! ¡tenemos que tomar un café! o ¡a la próxima invito yo!, empezó a tomar fuerza cuando mi amigo David la repitió en diversas ocasiones. A partir de ese momento empecé a cuadrar agendas para realizar esa visita. La verdad es que no me costó demasiado, teniendo en cuenta que David vive en la comarca del Priorat, lo que implica circular por carreteras reviradas de verdad y con paisajes de vértigo. 

El día acordado fue un martes de invierno, y en esta ocasión me acompañaría un buen amigo. Puesto que él vive en otra ciudad, buscamos un punto intermedio para encontrarnos y a partir de allí adentrarnos juntos en las montañas de Prades y llegar al Priorat. 

En los dominios de David

Después de muchas curvas, algunas peligrosamente húmedas, llegamos a casa de David casi a mediodía. Nos abrió la verja para dejar las motos y nos dió un cálido recibimiento. Después nos enseñó el jardín, el huerto, la casa y su entorno, pero en eso no voy a entretenerme demasiado. Lo bueno fue lo que nos enseñó después.

Nos hizo pasar por la parte exterior trasera de la casa, para bajar por una rampa hasta una puerta de madera. Al abrir dicha puerta accedimos a su cueva.

Una parte de la cueva

Llamarla cueva es un eufemismo que David emplea, una muestra más de su humildad y honestidad. Lo que hay allí dentro es un santuario, una pequeña colección, incluso diría mejor que un museo, porque cada una de las siete motos que actualmente posee, las ha restaurado él mismo, están en perfecto estado, en orden de marcha y con todos los impuestos y seguros al día, arrancándolas y circulando con ellas constantemente.

La flota de David

Pero lo que más me llama la atención es una pequeña Moto Guzzi Hispania 65 cc., del año 1959, básicamente por que cuando la recogió para restaurar, me enseño las fotos de su estado. Simplemente impresionante.

Estado en el que estaba la pequeña Moto Guzzi
La misma moto durante el proceso ¡parece otra!

David lo hace absolutamente todo, tanto del motor como del chasis y carrocería: desmontar, reparar, sustituir, arenar, imprimar, pintar, tapizar y volver a montar. Trabaja con una meticulosidad de cirujano, tiene todos los libros de taller de sus motos, les hace el mantenimiento correspondiente siguiendo las indicaciones de fábrica y muy a menudo ha tenido que manufacturar él mismo alguna herramienta para extraer cojinetes o desmontar embragues. Y además realiza piezas en fibra de carbono, con un ingenioso sistema que no precisa horno autoclave.

Hasta el último detalle del mantenimiento, queda apuntado en la pizarra.

Nos habla con amor de cada una de sus motos, sus niñas mimadas. La Ossa 250 E73, del año 1974; la Suzuki GSX 550 del año 1984; la Vespa Primavera 75 de 1979; la Honda NSR 125 de 1990; la Montesa Cota 349 de 1981; la Honda Dominator de 1992 y la BMW R65 LS café racer de 1982. De cada una de ellas nos explica detalles técnicos que sorprenderían al más experto, y en cada dato que da rezuma sabiduría y conocimientos. 

Ossa 250 E73, de 1974
Montesa Cota 349, de 1981

Admito que me gustan todas las motos, o casi todas, pero las clásicas y oldtimer me tienen enamorado, probablemente porque muchas de ellas las vi rodando en mi juventud. Por eso estando aquí dentro, en el santuario de David, me emociono tanto y empiezo a fotografiar hasta el mínimo detalle. 

Piezas pintadas por David de una Bultaco Junior

Un buen rato después, salimos del inmaculado taller, y aún con la boca abierta de admiración, David nos guía por las carreteras de su vecindad, cruzando el pantano de Ciurana, por una carretera que los días laborables está abierta a la circulación y los fines de semana la cierran al tráfico. Conoce todas las carreteras, caminos y senderos de su territorio, y por supuesto, los buenos sitios para comer. 

Excelente cordero de la zona

Nos llevó a un restaurante junto a la riba del pantano, donde entre charla y anécdotas moteras, disfrutamos de la comida de la zona. Al acabar nos despedimos, agradeciéndole que nos permitiera conocer su santuario. 

BMW R65 LS café racer, de 1982

Así es David, amante de las motos, gran mecánico, buen anfitrión y sobretodo excelente persona.

¿Dónde vas con esa moto vieja?

Esa es la pregunta que me hacen algunos (pocos), cuando me ven circulando con mi Yamaha RD 350 del año 1989, pero debo admitir que la mayoría de moter@s la observan con curiosidad, y en más de un semáforo me dicen alguna palabra de admiración al verla.

Pero ¿porqué esa moto? Una moto que hay que arrancar por las mañanas dando patadas con la pierna como un karateka, que no le basta con la gasolina en el depósito, sino que hay que añadirle aceite al combustible, que no tiene ABS, ni horquilla invertida, ni puños calefactables, ni modos de conducción, que hay ciclomotores con las ruedas más anchas que las que lleva, que tiene unos frenos ridículos para los 63 cv que desarrolla.

La respuesta es: por eso, por todo eso.

Por el jadeo bajo el casco, soltando coces hasta que el motor cobra vida; por el característico ruidito metálico del escape en las motos de 2 tiempos; por el aroma inolvidable de la gasolina combustionando, mezclada con aceite en los carburadores; por la sonrisa tonta que se me pone cuando acelero y se abren las válvulas YPVS y el motor sube hasta 8000 rpm. alcanzando una velocidad importante en poco tiempo; por la cara de circunstancias que me queda después de apretar a muerte todas las palancas de freno para no salirme en la siguiente curva.

Pero sobre todo, porque es hermosa.