HORRORES DE LA GUERRA

Febrero de 1996.

«Hemos pasado la noche en una casa particular en la que no había calefacción, durmiendo dentro del saco de dormir de plumas para resguardarnos del frío. Incluso alguno del grupo ha dormido vestido dentro del saco.

Desayunamos frugalmente y salimos muy temprano de nuevo hacia la frontera. A las nueve de la mañana nos plantamos exactamente en el mismo sitio donde estuvimos ayer esperando.

… … … … … 

Son las 13:30 y ya llevamos más de cuatro horas esperando a que regresen Glòria, Tatiana y el sargento de la Guardia Civil, al paso fronterizo de Mali-Prolog.

Se han adelantado y han ido hasta Mostar, en un intento desesperado de conseguir en mano el permiso oficial que nos falta.

Entre tanto, charlando con el capitán Núñez, nos explica sus vivencias en Bosnia.

Nos explica que en una casa de campo en mitad del bosque, donde vive un matrimonio de edad muy avanzada, encontraron bajo el colchón del dormitorio, cuatro fusiles automáticos Kalashnikov rusos, con abundantes cargadores y munición. 

También nos explica que Tatiana, la joven intérprete de veintidós años que nos acompaña y que habla perfectamente español, le confesó que desde los trece años maneja armas y sabe montar y desmontar, y por supuesto disparar el Kalashnikov, con toda naturalidad.

También nos da detalles escalofriantes de la guerra, como cuando el ejército de un bando determinado ocupaba una zona, seguidamente procedían a destruir las casas para que sus legítimos habitantes, tras huir del horror no pudieran volver a ocupar su antiguo hogar. Y lo hacían de la macabra manera de dejar abierta y desempalmada la espita de la bombona de gas de la casa, y una vela encendida. Al cabo de diez minutos la casa en cuestión volaba por los aires sin ni tan sólo gastar munición.

Limpieza étnica le llaman. Maldito eufemismo que de limpio no tiene nada, sino de sucio, muy sucio.

Esto era práctica habitual entre la facción más fascista, conservadora y monárquica del ejército serbio, los llamados chétnicos. Está claro que las barbaridades que se comenten en tiempos de guerra no son potestad de un sólo bando. Aquí habría mucho que explicar también de los racistas religiosos Ustachi croatas, o de la Armija de Bosnia y Herzegovina.

Hechos terribles y deplorables como el degollamiento de niños pequeños, en presencia de sus padres, provocaba que conocido quién era el autor de estas atrocidades, esto no se olvide, y con el paso de las semanas o meses, los familiares de las víctimas quisieran vengarse en algún momento del autor del asesinato o de su familia, probablemente vecino del mismo pueblo o del pueblo vecino.

Es por ello que se cree que cuando se retiren las fuerzas de paz IFOR, que por ahora mantienen una paz impuesta casi a la fuerza, resurgirán los conflictos que podrían desencadenar otra vez en guerra.

Durante el transcurso de la conversación escuchamos relativamente cerca, detonaciones y disparos.

El capitán intenta tranquilizarnos diciendo que son cazadores, pero lo cierto es que son tiros de arma automática, no de escopeta de caza.

Ahora las explosiones suenan más cerca, y nos indica que son minas anti persona explotando.

Esta vez ya no se esfuerza en quitarle importancia y nos confiesa que no se atreve a asegurar si las hacen explotar de forma intencionada, o si alguien las ha pisado de forma accidental.

En este punto nos habla de la necesidad de que no nos alejemos del camino más concurrido. 

Insiste en que no nos apartemos del camino principal ni para ir a hacer un pipí detrás de cualquier matojo junto a la carretera, ya que la posibilidad de que haya minas camufladas es muy alta y el riesgo es inminente.»

Fragmento del libro Viaje a Bosnia. Carles Brotons

Sertshang, el orfanato de Kathmandu

Cada vez que piso el aeropuerto de Kathmandu noto una intensa vibración en el alma que me llena el espíritu de una paz y una alegría que solo soy capaz de sentir allí.

Quizás por eso necesito tanto volver a Nepal. Allí tengo amigos a los que intento visitar cada vez que voy, con los que nos comunicamos a menudo por WhatsApp, yo les felicito por su Thiar, o les deseo un feliz Dashain, y ellos me felicitan en Navidad.

Últimamente tengo un motivo más que me empuja a ir a Kathmandu. Desde que conocí el orfanato de Sertshang, a sus niñ@s y a la gente que lo dirige, siento el impulso de ayudarles de alguna manera. 

Sertshang Orphanage Home
Sertshang Orphanage Home

Situado en el barrio de Swayambhu, el Sertshang Orphanage Home cuenta con cerca de setenta chicas y chicos de distintas edades y procedencia, con una triste historia detrás. Algunos son huérfanos, muchos de ellos como consecuencia del terremoto del 25 de abril de 2015. Otros están allí porque sus padres eran tan pobres que no podían mantenerlos y, literalmente, los entregaron al centro. Pero a pesar de todo, la alegría aflora en cada rincón del orfanato. 

La relación entre los chicos es la de hermanos que se quieren, los mayores siempre cuidando de los más pequeños y dándose unos a otros el afecto y cariño que no tenían fuera de la casa. Entre todos se organizan para las tareas diarias, como servir las comidas y recoger los platos, u ordenar las habitaciones.

Por la mañana los más pequeños van a la escuela primaria y los mayores al equivalente de nuestra escuela secundaria, por las tardes juegan, cantan y estudian compartiendo espacios comunes. 

En este punto quiero contarte de qué manera se financia, en parte, el orfanato. Cuando las chicas y chicos acaban la escuela superior, tienen que dejar el centro. Entonces, si así lo quieren ellos, Sertshang les forma, asesora y financia para montar un negocio o microempresa, con el compromiso de que durante los primeros años tendrán que devolver el dinero que se les prestó, y que en caso de haber beneficios, una parte de los mismos será para el orfanato. 

De este modo, actualmente hay una guesthouse, una pastelería y cafetería, una plantación de café, un taller de barritas de incienso y un taller de pulseras, entre otros, totalmente gestionados por chic@s que pasaron por el orfanato, que emplea a jóvenes y a su vez produce unos mínimos ingresos para continuar dando cobijo a los que siguen en el orfanato. El propósito de Sertshang Orphanage Home, es formar una nueva generación de buenos y formados ciudadanos nepalíes.

Methok y Muna
Methok y Muna

El orfanato está dirigido por la eficiente Methok, una joven tibetana, cuya historia vital es de las más duras que he conocido. Siendo muy niña y tras perder a ambos progenitores, huyó de las difíciles condiciones de su aldea natal en Tibet, cruzando el Himalaya a pie, prácticamente llevando a cuestas a su hermano pequeño, hasta llegar a Nepal. Fue un viaje durísimo que daría para escribir una novela épica. Cuando la ves interactuando con las niñas y niños de la casa, te das cuenta de que les hace sentirse queridos.

A cargo de la Sathi guesthouse, la pequeña casa de huéspedes cercana al orfanato, está Muna, la menuda y sonriente chica que se ocupa que no les falte de nada a quienes se alojan allí.

Y como esto de ayudar en el fondo es un acto de egoísmo, porque hace que uno se sienta bien, reconozco que a mi me llena cuando vuelvo al orfanato meses después, y veo a los peques que casi no se tenían en pie, como van creciendo y se vuelven más sonrientes, o cuando hablo con Tsering Choron, que la acogieron siendo una niñita de pocos meses de edad, proveniente de las montañas de Khumbu, y me explica que ha venido por vacaciones desde China, donde está cursando el último curso de medicina. Grandes triunfos de las gentes del Sertshang Orphanage Home.

En estas fechas navideñas tan proclives a celebraciones en familia, me acuerdo mucho de mis amigos de Nepal. Con la pandemia mundial del Covid, no he podido visitarles durante todo el 2020. El pequeño país del Himalaya vive prácticamente del turismo, por lo que la crisis sanitaria les ha golpeado también económicamente. Sé que en el orfanato lo están pasando mal, pero resisten y se apoyan unos a otros. 

Yo por mi parte, egoísta como soy, en cuanto pueda les volveré a visitar para sentirme bien.

Sertshang Orphanage Home
Sertshang Orphanage Home