La subida imposible

La escena era deprimente: la moto de mi compañero sobre una mancha de aceite unos metros más arriba de donde estaba la mía, en un camino con mucha pendiente y enormes pedruscos sueltos que dificultaban la tracción de nuestras Royal Enfield 350 por aquella subida imposible. Pep sentado junto a su moto con la cabeza apoyada sobre las manos, Valerie sentada al otro lado. Yo junto a la mía tumbado en el suelo, intentando respirar para recobrar el resuello. Aquella cuesta empinada estaba pudiendo con nosotros.

Las pequeñas Royal Enfield 350 dieron la talla

Nos dirigíamos al reino de Mustang en Nepal, habíamos dormido en Lete, una pequeña aldea dentro del Área de Conservación del Annapurna, aunque lo de dormir es relativo, pues el frío intenso dentro de aquel austero refugio de paredes de fina chapa de madera, apenas me dejó conciliar el sueño. 

Según el mapa estábamos llegando al Kali Gandaki, el desfiladero más profundo de la tierra, de 5500 m. de desnivel, con el río del mismo nombre surcando el valle entre dos gigantes; el Daulaghiri de 8167 m. y el Annapurna de 8091 m. Nuestro objetivo era pisar el lugar sagrado de Muktinah, pero el hecho de poder circular con nuestras motos por esa maravilla de la geografía terrestre del Kali Gandaki, nos daba suficiente motivación para aguantar la dureza del viaje. Aunque aquella cuesta empinada estaba pudiendo con nosotros.

El kali Gandaki a nuestros pies

Esa mañana llevábamos algo más de dos horas sobre las motos, cruzando ríos desbordados con el agua cubriendo media rueda, circulando por barrizales y sorteando enormes piedras caídas en desprendimientos. Pep llevaba días fastidiado por una ciática que le atacaba la pierna derecha y cada vez que tenía que apoyar el pie en el suelo para equilibrar la marcha le dolía horrores. Le acompañaba su mujer Valerie, con lo que en su caso, era más arduo manejar la moto cargada por terreno difícil. 

Además, mis amigos Pep y Valerie habían estado haciendo un ruta por el Terai, la zona de jungla de Nepal fronteriza con India, y llevaban bastantes más kilómetros y días de viaje que yo, antes de que nos juntáramos en Pokhara, para iniciar el viaje a Mustang. O sea que encima cargaban con la impedimenta necesaria para más días de viaje y multiplicado por dos personas. Más peso que soportar en la pierna de Pep cada vez que la apoyaba en el suelo.

Aquella cuesta empinada estaba pudiendo con nosotros. 

Cuando por fin logré respirar como un ser humano, me incorporé, fui hasta la moto de mis compañeros y me detuve a buscar la procedencia del aceite del suelo. Con la cantidad de polvo y barro incrustado en el motor no pude ver el origen. Pep seguía en silencio y cabizbajo. 

            —¿Cómo estás Pep? —le pregunté.

            —Jodido. La ciática…

—Y esta subida no ayuda precisamente. 

—Creo que el aceite supura por las juntas del motor —dijo Pep —hace mucho calor a mediodía, y tanto rato en primera velocidad para subir esta maldita subida debe poner el aceite hirviendo.

Nos quedamos un rato más sentados en silencio. El calor, la deshidratación y el cansancio hacían mella en nuestro estado de ánimo. Unos metros más arriba, a un lado del camino había una pequeña choza, con una mujer cortando leña y una niña mirándonos con curiosidad. 

            —¿Qué hacemos Pep? —pregunté con un hilo de voz.

Sin soltar palabra Pep se levantó y empezó a remontar la cuesta a pie, lentamente, hasta desaparecer de nuestro campo de visión. El desánimo era tal que si Pep o Valerie hubieran tan sólo insinuado volver para atrás y cancelar el viaje, lo hubiera entendido perfectamente. De hecho, creo que en mi fuero interno casi lo deseaba.

Al rato vislumbramos a mi amigo bajando hacia nosotros. El rostro le había cambiado.

            —Quedan unos 50 o 60 metros de subida y después la pendiente se suaviza —nos informó —¿Seguimos?

Aquellas palabras fueron un soplo de aire fresco, un chute de adrenalina, la inyección de optimismo que necesitaba. 

Y vencimos a la subida.

Lo que vino después fue espectacular. Fueron días de disfrute de una de las mejores experiencias sobre dos ruedas que haya vivido nunca. El Kali Gandaki, la llegada a Jomsom, la subida a Muktinah. Y después volver dando un rodeo por Gorkha. Aún con alguna avería en las robustas Royal Enfield que pudimos reparar por nuestros medios, y algún que otro extravío por aldeas que ni aparecían en los mapas, logramos nuestro objetivo. En Muktinah nos abrazamos, saltamos de alegría y lloramos.

Reparando sobre la marcha

Me consta que la mayor parte del recorrido que hicimos en aquel viaje ahora está asfaltado, pero en aquella ocasión, después de varios días de andar medio perdidos por pistas y caminos de tierra, cuando por fin llegamos al asfalto, nos bajamos de las motos a besarlo.

Besando el asfalto después de días sin pisarlo

Debo admitir que de no ser por la valentía y determinación de mis compañeros de viaje, no habría llegado a Mustang. Gracias Valerie y Pep, por echarle el coraje que le echasteis.

ROYALER@S

La verdad es que la temperatura no invitaba mucho a salir en moto, pero no podía rechazar la amable invitación que me había hecho días atrás Xevi, alma mater del grupo de Royal Enfield del Vallès, en la provincia de Barcelona. 

El punto de encuentro fue una conocida churrería de Sabadell, por lo que gracias a su chocolate caliente, alivió un poco el frío a los primeros en llegar. No hubo que esperar mucho, a la hora fijada éramos nueve motoristas, incluido una chica, dispuest@s a pasar una mañana de diversión rodando en moto. 

El frío no nos amedrenta

Después de los saludos y presentaciones de quienes todavía no nos conocíamos, arrancamos motores en dirección al Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac. En esta salida llevamos el catálogo de Royal Enfield prácticamente al completo: Sònia con su Himalayan 410, Carlos con la Interceptor 650, Ricard con su Classic 500, Carles con la Continental GT 650 y Xevi con su Bullet Trials 500, entre otras motos. 

Me coloqué el último de la fila, más que nada para poder observar a estas bonitas máquinas en su hábitat natural: las carreteras reviradas. 

Llegan las primeras curvas y las afrontamos a ritmo tranquilo, disfrutando del paisaje y del sonido de los escapes, se nota que estamos en el patio de recreo del grupo Royal Vallès, sus motos se desenvuelven con naturalidad en el parque de Sant Llorenç.

Las motos al sol de invierno

Royal Enfield es la marca de motos que lleva más años de producción ininterrumpida, desde 1901 en que fabricaron la primera motocicleta, no han dejado de fabricar hasta la fecha. Anteriormente fabricaba para la industria armamentística, en 1893 inventaron el lema que todavía hoy luce en sus motos: made like a gun (hecha como una arma). La empresa empezó produciendo en Inglaterra para más tarde abrir otra factoría en India, donde sigue la producción actual.

Vamos ascendiendo por el Parc Natural, pasamos por tramos sombríos y en mi moto se enciende el indicador de riesgo de hielo, hay que trazar con cuidado y frenar con antelación. Al llegar a la parte más alta, son casi las once de la mañana y el termómetro marca 0 grados. Es lo que tiene salir a rodar en plena ola de frío, pero nada detiene a este grupo de entusiastas moter@s seguidores de la marca británica.

0 grados, ni frío ni calor

Personalmente nunca he tenido una Royal Enfield, no obstante tengo un poco de experiencia con una Bullet, fue la moto que me llevó en un periplo por Nepal. Guardo un gran recuerdo de aquella moto y de aquel viaje, en el que recorrí el valle de Kathmandú y ascendímos hasta el reino de Mustang. Durante cerca de quince días la pequeña 350 fue mi infatigable compañera, que me llevó sin desfallecer por carreteras rotas y pistas embarradas, cruzando cauces de río y puentes de madera y con la seguridad de que cualquier contratiempo mecánico, lo habrían podido solventar en la primera aldea en la que hubiera un mecánico con una martillo y una llave inglesa.

La ruta con los chic@s de Royal Enfield del Vallès pasa por Monistrol de Calders, donde hacemos una parada técnica para reponer fuerzas. Entre risas y anécdotas y con un buen desayuno a la mesa, conseguimos olvidar el frío pasado. 

Que no falte un buen almuerzo

Para terminar la salida, volvemos haciendo alguna que otra parada para tomar fotos de las motos. Las Royals son bonitas y fotogénicas, y poseen una belleza atemporal que hace que estéticamente gusten a casi todo el mundo. 

Recientemente la firma británica ha comunicado el fin de la fabricación de la Bullet, victima de las normas medioambientales europeas. En concreto la Euro 5 ha acabado con la motocicleta más antigua del mundo en producción continua, ya que empezó en 1932. Más adelante le seguirá el modelo Classic.

Variedad de modelos

Cuando llego a casa y aparco mi moto pienso que no me importaría tener una Royal en el garaje. Muchas gracias chic@s por dejarme participar de tan selecto grupo. Nos vemos en la próxima.